Aparentemente
mi ciudad se caracteriza por sus bancos en la vereda. A mí nunca me llamaron la
atención, siempre estuvieron ahí. Ya van varias personas de otros lados, a las
que los bancos de Junín le llaman la atención. Los bancos eran y son un lugar
para dialogar, chusmear, discutir, por la noche chapar (se me cayeron los años)
en fin, un lugar para socializar. Pero hay un banco especial para mí. Ahora
está en la puerta de mi casa, frente a la escuela Normal. Pero antes, estaba en
la puerta de la casa de mis abuelos Tortoriellos, en el barrio Villa Talleres
(al lado del local donde mi abuelo tenía su especie de bazar con kiosco
incorporado). Mi abuelo usaba el tapial que estaba entre el local y el portón
de madera que daba al patio como respaldo. A veces había tanta gente que era
necesario anexar alguna silla de la casa. En ese banco mi abuelo se sentaba,
con todos los vecinos y se pasaban horas hablando, tomando mate. Estaba Don
Juan, el padre de mi tío, que vivía en frente. Américo, el almacenero que
cuando veía que entraba algún cliente a su local disparaba para atenderlo y
después volvía. Y varios más. Yo casi siempre estaba también. Cuando la casa se dividió, mi viejo agarró el
banco y lo puso en la puerta de casa, bastante
lejos de su lugar original. Homenaje a mi abuelo y a todos sus vecinos. Hoy el
banco se utiliza para otras cosas, sobre todo a la noche, pero también ese
banco, como todos, es una invitación al descanso de los caminantes.
0 comentarios:
Publicar un comentario