martes, 24 de abril de 2018

Sofía, sexo que alivia



Hace ocho años la conocí. Las cosas entre nosotros son muy claras, yo le pago y ella me presta un servicio. Alguien me dijo que “uno siempre termina pagando de alguna manera”. Para los que  no me siguen, aclaro: estamos hablando de dos personas adultas que negocian, acuerdan y respetan lo pautado. Es una alianza.  Estoy hablando de las asistentes sexuales, en este caso,  de mí asistente sexual, Sofía.
No voy a hablar desde la teoría, que la hay y es respetable, sino desde la práctica. Es con una de las pocas personas con las que me siento libre. Obviamente dependo de ella, pero de todas maneras, me siento libre. Libre de horarios, libre para experimentar, libre para jugar, libre.  Y la libertad, como todo el mundo sabe, tiene un precio. Yo lo pago con gusto.
Empezamos de a poco. El primer encuentro fue de 4 horas, más que nada para conocernos… como no vivimos cerca, acordamos que los próximos encuentros serían de 24 horas en mi casa. De a poco, empezamos a hablar de otras cosas, porque la tipa es inteligente, curiosa, creativa (con dos palitos y un alambre te hace una casa) y porque no solamente se trata de sexo, aunque el sexo es lo que nos reúne. Se trata de poder hacer cosas que con otras personas no podría por diferentes motivos.
 Una salida a la noche sin parientes, sin cuidadores, es algo tan importante como tener un orgasmo en mi caso. Y hay otra cuestión, que es la confianza, el vínculo que pudimos construir se basa en eso. Yo no le miento y ella no me miente, lo cual no implica contarnos todo, pero ya nos conocemos mucho, tenemos nuestros códigos. Ella sabe lo que me gusta y lo que me pasa y yo sé lo que le gusta a ella, o  creo saberlo,  y sé lo que le pasa o  creo saberlo. Porque con el tiempo hemos construido un vínculo que va más allá de los encuentros; incluso, yo diría,  que va más allá del dinero.  Si bien lo que nos reúne es ese intercambio del dinero por sexo y asistencia, hemos podido armar algo más…
Nuestro primer encuentro fue en Abril de 2016. A partir de ahí tuvimos encuentros relativamente periódicos, una vez por mes. En Noviembre de 2016 le propuse hacer un viaje de tres días a Mar del Plata, y lo hicimos. Era la primera vez que yo hacía un viaje sin familiares.  He viajado mucho ya que soy un tipo jugado, había ido a Montevideo y a Europa con mis sobrinos, muchos viajes con mis viejos, algunos con mi ex pareja  y con mi vieja,  pero si bien la pase muy bien con ellos, nunca había hecho un viaje de sólo dos personas. Y eso fue posible porque además Sofía es valiente. Insisto, sigo dependiendo de ella, pero no es lo mismo.  
En ese viaje de tres días, descubrí a la mujer en cuestión como acompañante. En realidad, ya había descubierto antes que era una excelente acompañante, pero el viaje lo confirmó. Ella no sólo me asiste sexualmente, si no que se ocupa de todo. Me levanta, me acuesta, me higieniza, me viste, me alimenta, me lee, me sube al colectivo, me baja, me lleva a pasear, como dije antes. Administramos juntos mi plata, en realidad yo administro mi plata, pero ella la maneja.  Además propone  salidas, yo también propongo y negociamos, acordamos. Siempre la pasamos bien los dos. Yo sé que con cada persona el acuerdo es diferente. Conmigo el acuerdo  era ese.
Después de ese viaje a Mar del Plata, seguimos por un buen tiempo con los encuentros mensuales. En Agosto de 2017 le propuse un viaje a Rosario, también de tres días. Lo hicimos y volvimos a pasarla muy bien. Nuevamente, me “abrió la puerta para ir a jugar”. Lo bueno de la asistencia sexual, y del trabajo sexual en general es que, como no estas con tu pareja, podes proponer cosas que, al menos en mi caso, yo no podría haberle propuesto a ninguna pareja. Después, depende de ella si acepta o no.
Cuando volvimos de Rosario a mí me apareció un tumor en un testículo. Me operaron, me sacaron el tumor y el testículo. Faltaba la quimio. Había que hacer el tratamiento, pero mientras tanto, yo decidí que iba a pasarla bien al menos unos días. Así que esta vez le propuse un viaje más cerca: tres días en San Antonio de Areco. Ahí descubrimos algo que a los médicos se les pasó de largo. Fue de casualidad, había algo que no estaba bien, parece ser que faltaba limpiar un conducto… y ella lo limpió. Además, terminó de curarme  la herida, y estuvo siempre atenta a mi situación, preguntando o esperando que le cuente.  
Después de la quimio, que salió bien, había que celebrar…  y vaya que lo hicimos! En el viaje anterior yo le había confesado mis miedos con respecto al tratamiento. Volvimos a San Antonio de Areco, pero esta vez fue pura celebración.
Un tiempo después, le propuse algo más jugado para mí y para ella: volver a Mar del Plata, pero esta vez por cinco días. Lo hicimos, y este último viaje terminó de demostrarme de lo que es capaz Sofía.  Yo tuve un par de inconvenientes complicados con mi cuerpo y ella se la bancó, si bien habíamos hablado muchas veces de que podían pasar, una cosa es hablarlo y otra es que pasen. Cuestión que se la bancó, yo desconozco si otra persona se lo hubiera bancado con esa entereza. 
Un tiempo después, me dijo que se iba a vivir a España. Yo le pedí que me recomiende a otra asistente, y ella me recomendó a Victoria.
Ahora nos vemos una vez por año, y hacemos viajes más largos, pero en esencia todo sigue igual.
Alguna vez me preguntaron si yo creía que su trabajo era noble, mi respuesta fue “cobra, pero muchas cobran y no hacen lo que ella hace”. Alguna vez también me dijeron que ese trabajo no era para cualquiera,  tienen razón. Supongo que tampoco el trabajo de enfermera es para cualquiera, o el de abogado, o de psicólogo, por decir algo. Pero efectivamente, Sofía hace cosas que otra gente no haría, ya sea porque no sabe, no quiere o no puede hacerlas.
Otra de las cosas buenas que tiene la asistencia o el trabajo sexual, al menos en mi caso, es que no hay ni celos ni reproches de ningún tipo. Es más, hay cierta complicidad. Y a esta altura de mi vida, eso me parece importante. Por ejemplo, hay otras asistentes y ella lo sabe, eso para mí está bárbaro. Como dije al comienzo, esto es una alianza, ella trabaja conmigo porque  le conviene y a mí me conviene estar con ella.

Voy cerrando. Sí,  creo  que el trabajo de mi asistente sexual tiene algo de nobleza. Aunque está claro que cobra, de todas maneras es noble. También creo que,  como dije antes, este trabajo no es para cualquiera, pero ella lo eligió y lo hace muy bien. La tipa es lo que parece, lo que muestra, no inventa un personaje. Hablo de Sofía, la mujer que cambió soledad por compañía.

1 comentario:

  1. Tremendo testimonio pablo! Gracias x compartirlo. Necesitaba relatos para terminar de confirmar lo útil, dignificante y empoderador que es el laburo de una asistente sexual... Y más si lo hace tan buena persona y profesional!.

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