Hace ocho años la conocí. Las cosas entre nosotros son muy claras, yo le pago y ella
me presta un servicio. Alguien me dijo que “uno siempre termina pagando de
alguna manera”. Para los que no me
siguen, aclaro: estamos hablando de dos personas adultas que negocian, acuerdan
y respetan lo pautado. Es una alianza. Estoy
hablando de las asistentes sexuales, en este caso, de mí asistente sexual, Sofía.
No
voy a hablar desde la teoría, que la hay y es respetable, sino desde la
práctica. Es con una de las pocas personas con las que me siento libre. Obviamente
dependo de ella, pero de todas maneras, me siento libre. Libre de horarios,
libre para experimentar, libre para jugar, libre. Y la libertad, como todo el mundo sabe, tiene
un precio. Yo lo pago con gusto.
Empezamos
de a poco. El primer encuentro fue de 4 horas, más que nada para conocernos… como
no vivimos cerca, acordamos que los próximos encuentros serían de 24 horas en
mi casa. De a poco, empezamos a hablar de otras cosas, porque la tipa es
inteligente, curiosa, creativa (con dos palitos y un alambre te hace una casa)
y porque no solamente se trata de sexo, aunque el sexo es lo que nos reúne. Se
trata de poder hacer cosas que con otras personas no podría por diferentes
motivos.
Una salida a la noche sin parientes, sin
cuidadores, es algo tan importante como tener un orgasmo en mi caso. Y hay otra
cuestión, que es la confianza, el vínculo que pudimos construir se basa en eso.
Yo no le miento y ella no me miente, lo cual no implica contarnos todo, pero ya
nos conocemos mucho, tenemos nuestros códigos. Ella sabe lo que me gusta y lo
que me pasa y yo sé lo que le gusta a ella, o creo saberlo,
y sé lo que le pasa o creo
saberlo. Porque con el tiempo hemos construido un vínculo que va más allá de
los encuentros; incluso, yo diría, que
va más allá del dinero. Si bien lo que
nos reúne es ese intercambio del dinero por sexo y asistencia, hemos podido
armar algo más…
Nuestro
primer encuentro fue en Abril de 2016. A partir de ahí tuvimos encuentros relativamente
periódicos, una vez por mes. En Noviembre de 2016 le propuse hacer un viaje de
tres días a Mar del Plata, y lo hicimos. Era la primera vez que yo hacía un
viaje sin familiares. He viajado mucho
ya que soy un tipo jugado, había ido a Montevideo y a Europa con mis sobrinos,
muchos viajes con mis viejos, algunos con mi ex pareja y con mi vieja, pero si bien la pase muy bien con ellos, nunca
había hecho un viaje de sólo dos personas. Y eso fue posible porque además
Sofía es valiente. Insisto, sigo dependiendo de ella, pero no es lo mismo.
En
ese viaje de tres días, descubrí a la mujer en cuestión como acompañante. En
realidad, ya había descubierto antes que era una excelente acompañante, pero el
viaje lo confirmó. Ella no sólo me asiste sexualmente, si no que se ocupa de
todo. Me levanta, me acuesta, me higieniza, me viste, me alimenta, me lee, me sube
al colectivo, me baja, me lleva a pasear, como dije antes. Administramos juntos
mi plata, en realidad yo administro mi plata, pero ella la maneja. Además propone
salidas, yo también propongo y negociamos, acordamos. Siempre la pasamos
bien los dos. Yo sé que con cada persona el acuerdo es diferente. Conmigo el
acuerdo era ese.
Después
de ese viaje a Mar del Plata, seguimos por un buen tiempo con los encuentros
mensuales. En Agosto de 2017 le propuse un viaje a Rosario, también de tres
días. Lo hicimos y volvimos a pasarla muy bien. Nuevamente, me “abrió la puerta
para ir a jugar”. Lo bueno de la asistencia sexual, y del trabajo sexual en
general es que, como no estas con tu pareja, podes proponer cosas que, al menos
en mi caso, yo no podría haberle propuesto a ninguna pareja. Después, depende
de ella si acepta o no.
Cuando
volvimos de Rosario a mí me apareció un tumor en un testículo. Me operaron, me
sacaron el tumor y el testículo. Faltaba la quimio. Había que hacer el tratamiento,
pero mientras tanto, yo decidí que iba a pasarla bien al menos unos días. Así
que esta vez le propuse un viaje más cerca: tres días en San Antonio de Areco. Ahí
descubrimos algo que a los médicos se les pasó de largo. Fue de casualidad,
había algo que no estaba bien, parece ser que faltaba limpiar un conducto… y
ella lo limpió. Además, terminó de curarme
la herida, y estuvo siempre atenta a mi situación, preguntando o
esperando que le cuente.
Después
de la quimio, que salió bien, había que celebrar… y vaya que lo hicimos! En el viaje anterior yo
le había confesado mis miedos con respecto al tratamiento. Volvimos a San
Antonio de Areco, pero esta vez fue pura celebración.
Un
tiempo después, le propuse algo más jugado para mí y para ella: volver a Mar
del Plata, pero esta vez por cinco días. Lo hicimos, y este último viaje
terminó de demostrarme de lo que es capaz Sofía. Yo tuve un par de inconvenientes complicados con
mi cuerpo y ella se la bancó, si bien habíamos hablado muchas veces de que
podían pasar, una cosa es hablarlo y otra es que pasen. Cuestión que se la
bancó, yo desconozco si otra persona se lo hubiera bancado con esa entereza.
Un tiempo después, me dijo que se iba a vivir a España. Yo le pedí que me recomiende a otra asistente, y ella me recomendó a Victoria.
Ahora nos vemos una vez por año, y hacemos viajes más largos, pero en esencia todo sigue igual.
Alguna
vez me preguntaron si yo creía que su trabajo era noble, mi respuesta fue “cobra,
pero muchas cobran y no hacen lo que ella hace”. Alguna vez también me dijeron
que ese trabajo no era para cualquiera,
tienen razón. Supongo que tampoco el trabajo de enfermera es para
cualquiera, o el de abogado, o de psicólogo, por decir algo. Pero
efectivamente, Sofía hace cosas que otra gente no haría, ya sea porque no sabe,
no quiere o no puede hacerlas.
Otra
de las cosas buenas que tiene la asistencia o el trabajo sexual, al menos en mi
caso, es que no hay ni celos ni reproches de ningún tipo. Es más, hay cierta
complicidad. Y a esta altura de mi vida, eso me parece importante. Por ejemplo,
hay otras asistentes y ella lo sabe, eso para mí está bárbaro. Como dije
al comienzo, esto es una alianza, ella trabaja conmigo porque le conviene y a mí me conviene estar con ella.
Voy
cerrando. Sí, creo que el trabajo de mi asistente sexual tiene
algo de nobleza. Aunque está claro que cobra, de todas maneras es noble. También
creo que, como dije antes, este trabajo
no es para cualquiera, pero ella lo eligió y lo hace muy bien. La tipa es
lo que parece, lo que muestra, no inventa un personaje. Hablo de Sofía, la
mujer que cambió soledad por compañía.
Tremendo testimonio pablo! Gracias x compartirlo. Necesitaba relatos para terminar de confirmar lo útil, dignificante y empoderador que es el laburo de una asistente sexual... Y más si lo hace tan buena persona y profesional!.
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